By choosing art as a profession, a woman does not automatically identify herself with this century's emancipatory politics, nor does she accept the feminist construction of the world as a field divided by gender, roles and power
Luis Carlos Emerich
Índice de textos
Biofilia y arte: la obra de la pintora María Sada | Martín Checa Artasu
Exposición Biofilia | Héctor Palhares
María, la naturaleza y la pintura (2019) (II de II) | Xavier Moyssén
María, la naturaleza y la pintura (2019) (I de II) | Xavier Moyssén
Exposición Diálogos 2008 | Stephen Vollmer
La nervadura y la sombra. La poesía visual del paisaje mexicano | Alberto Ruy Sánchez
María Sada: Imágenes Traspuestas | Luis Martín Lozano
Maria Sada. La Femme Verdante | Stephen Vollmer
María Sada: Secretos | Stephen Vollmer
New outlooks, young mexican artists, Europalia '93 | Luis Carlos Emerich
Biofilia y arte: la obra de la pintora María Sada
Resumen: La muestra abierta de febrero a junio de 2023 de María Sada nos transita por la técnica paciente, milimétrica y depurada de una artista que nos enseña paisajes con un punto focal muy cercano. Sada tiene un mensaje claro y contundente. Arte para la biofilia, arte para amar la naturaleza, arte para retornar a la naturaleza como estrategia salvadora.
En 1993 el biólogo Edward Wilson y el ecólogo Stephen R. Kellert publicaban el libro The Biophilia Hypothesis. Tras años de investigación por separado, ambos científicos nos planteaban una hipótesis para probar en los siguientes años. Ésta de forma muy sintética esbozaba lo siguiente: nuestra biología y nuestra genética como seres humanos nos impulsan a estar en contacto con la naturaleza. Nuestra propia evolución como homínidos, aún muy cercana en tiempo biológico, nos atrae hacia la naturaleza y está nos provee, más allá de placer estético y resonancias filosóficas y sensoriales, aspectos benéficos para nuestra salud mental y fisiológica. Treinta años más tarde, numerosas investigaciones realizadas por otros tantos científicos están a punto de poner las bases de una teoría biofílica, que hoy abarca campos de conocimiento tan dispares como la medicina, la fisiología, la ecología, la agronomía, la arquitectura y también, en pequeñas dosis, el arte. Es ahí donde hemos de hablar de María Sada, artista regiomontana quien ha presentado en el Museo Nacional de Arte la exposición: María Sada. Biofilia, arte y naturaleza.
Una retrospectiva que recoge tres décadas de actividad pictórica, eminentemente evolutiva desde sus orígenes como restauradora hasta la actualidad, plenamente implicada en una acción de concienciación ante el desastre ambiental que se cierne sobre el planeta. La muestra abierta de febrero a junio de 2023 nos transita por la técnica paciente, milimétrica y depurada de una artista que nos enseña paisajes con un punto focal muy cercano. Ventanas, que nos incitan a penetrar el lienzo y entrar en el entorno natural allí representado. Se trata de poderosas llamadas a la naturaleza desde la estética pero que obligan a una necesaria reflexión: ¡Que le estamos haciendo a la naturaleza!
Pero las piezas expuestas no se limitan a pinturas de determinados formatos, en la entrada a la exposición localizamos: dos piezas de la serie “El bosque y el árbol caído”. Se trata de dos troncos de árboles cortados, que son recuperados por María Sada, a través de pintar, con un detalle primoroso, casi hiperrealista, en sus superficies un trozo de la selva o del bosque del que fueron extraídos. Una sutil y simbólica forma de “devolverlos” si acaso en esencia, a un origen, al que lamentablemente ya no es posible retornar. Algo similar, de no hacer nada, nos está aconteciendo como humanidad. En México se destruyen entornos naturales, incluso protegidos por la ley, por meros intereses económicos de unos pocos, causando una destrucción que no sólo es temporal, sino que deviene irremediable al largo plazo. Sin duda, es un camino de no retorno, donde solo quedarán elementos puntuales, testimonio de una pérdida irremediable. Sada con alguna de sus piezas, un políptico con nueve imágenes, nos acerca a las formas de la naturaleza y, como estas son adaptativas, son eficientes en el uso de recursos y esconden las bases científicas de la vida. Formas que, como nos recordaba el científico y filosofo Jorge Wagensberg en su libro La rebelión de las formas o Cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta, son infinitas en sus variaciones y posibilidades; son altamente eficientes para las funciones que se les han encomendado y han sido inspiradoras para muchas de las creaciones humanas, aun cuando algunas, tristemente, sirven para derrocar la presencia necesaria de lo natural.
Igualmente, la obra de Sada nos acerca a la naturaleza sintiente, a los animales, el triste a la par que bello retrato del gorila Kanzi del zoo de Berlín, que podemos ver en la exposición es un claro ejemplos. Pero, también, nos acerca a otros seres sintientes, claves y masivamente extendidos en la naturaleza: las plantas, seres con quince sentidos y con habilidades de comunicación química que integran en una cadena trófica interconectada con bacterias y hongos, hoy estudiada y ampliamente divulgada a través de los trabajos del fisiólogo vegetal italiano Stefano Mancuso y de la bioquímica australiana Mónica Magliano.
También, Sada nos aproxima a la biomímesis, esa suerte de concepto que nos alerta que retomar las formas de la naturaleza, pero también, entender y aplicar las acciones de sobrevivencia y sustentabilidad desarrolladas por los seres vivos en nuestras acciones vitales puede ser la clave de nuestro futuro como humanidad. Las agroecologías, la permacultura, los huertos urbanos, el diseño biofílico, la arquitectura neutra, la captación de agua de lluvia, etcétera son actividades con base en la naturaleza que van en ese derrotero y que empieza a ser obligación que conozcamos. Finalmente, la obra de María Sada nos obliga a pensar en la naturización de nuestras ciudades, más allá de los sueños utópicos de recuperar lagos, volver a “poner naturaleza” en las ciudades, recuperar sus ríos y reformular sus parques urbanos resulta una urgencia, una necesidad y una obligación ante los efectos ya evidentes del calentamiento global, la escasez de agua y la irracionalidad logística en como se mueven los alimentos que necesitamos.
Naturizar la ciudad, eficientar sus flujos de todo tipo y reducir sus consumos pareciera ser la única alternativa posible aun a pesar de las promesas tecnológicas.
En definitiva, María Sada, una de las paisajistas mexicanas más relevantes de estas primeras décadas del siglo XXI, nos invita a pensar que más allá del arte y sus vínculos con la naturaleza, tenemos la obligación de volver a ella y de convivir con ella si acaso pensamos en futuro mejor para nuestra especie.
Martín Checa Artasu
2003
Maria Sada. Biofilia
A partir de los postulados del biólogo Edward O. Wilson, el concepto de Biofilia debe entenderse como el amor por la naturaleza, el mismo que lleva a la artista regiomontana María Sada a sendas reflexiones en torno a la relación innata de la especie humana con el resto del mundo vivo. Treinta años de trabajo se reúnen en esta muestra que abreva en la materia, la evocación, el cientificismo, la pertinencia… En nutrido diálogo con la estética y pensamiento orientales –a través del empleo de los delicados patrones y símbolos de la técnica de dibujo y pintura sumi-e–, María lleva al espectador a universos donde árboles, bosques, selvas, plantas, flores, mares y animales inciden en la verdadera estatura del ser vivo.
La mirada contemporánea, en su apabullante devenir de extinción, agotamiento y cuenta regresiva, encuentra en las piezas de Sada una lucidez que remite a valores primordiales. Sin dogmatismos, nos encontramos en pie de igualdad con nuestra propia supervivencia.
La exposición parte de la serie El bosque y el árbol caído, con exquisitas representaciones sobre madera de sabino, en diálogo con artistas medulares del acervo del Museo Nacional de Arte como José María Velasco, Joaquín Clausell y Adolfo Best Maugard.
En La poética del paisaje, los escenarios arbolados, rocosos y acuáticos acuden a las memorias más primigenias para devolvernos a aquello que nos es esencial. Aquí los vasos comunicantes se presentan en nutridas obras de Salvador Murillo, Tina Modotti, Saturnino Herrán y, de nueva cuenta, el compromiso estético-naturalista de Velasco y Clausell.
La serie de Biofilia reúne, en un mosaico plástico, a paisajes, rostros y animalia que son una ventana en tránsito de “interior y exterior”, donde conciencias sosegadas encuentran a la vez un ímpetu por continuar, en el a veces olvidado, escenario de la belleza.
Anthologia, evocación grecolatina del mundo floral, acerca la delicada pincelada de María Sada a un registro metódico de magnolias, alcatraces y otras especies que también ocuparon la atención –romántica, científica o simbólica– de grandes maestros como Félix Parra y Luis G. Serrano.
La muestra cierra con el binomio entre tradiciones milenarias y la acuciosa mirada de María para intervenir, con delicados trazos, los kashigata o moldes para dulces japoneses. Aquí, el divertimento como lo suscribe su autora, nos lleva de la mano por una galería de plantas, hojas, peces, gatos y aves que han encontrado espejo en la artesanía popular y sus variopintos motivos, específicamente con aquellas piezas que reunió e investigó el gran artista jalisciense Roberto Montenegro, y cuyos fondos hoy resguarda el MUNAL.
La Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, a través del Museo Nacional de Arte, presentan Biofilia de María Sada como una invitación a pensar y repensarnos, a partir del entorno, en aquello que señalaba el escritor y crítico francés Émile Zola: El arte es la naturaleza vista a través de un temperamento.
Héctor Palhares
2003
María, la naturaleza y la pintura
2019 - I de II
Teresa del Conde, QPD, decía con frecuencia que hoy día ya no sabíamos ver pintura, no sólo por la ascendente presencia de otros objetos simbólicos –la fotografía, las instalaciones, el vídeo, la performance, etc.–, que reclaman una atención particular, sino porque cada vez día es más difícil encontrar buena pintura, buenos pintores; y al decir esto, no se estaba refiriendo, ni por asomo, a una corriente o periodo en especial, buena pintura la ha habido, la hay hoy en día, y sin duda la habrá el día de mañana.
La observación de la Dra. Del Conde, creo que va más por el lado de que como observadores, como público, hemos ido dejando de apreciar, porque nos parece que los demás ya lo han hecho, ciertos valores que en otros momentos han sido importantes. Menciono tres. La naturaleza de la pintura –de la que estamos hablando—es, esencialmente, la de un oficio, un oficio que tiene por finalidad la representación de las cosas y las personas mediante el color y las líneas. Por tanto, si somos incapaces de ver en una pintura la ejecución de un oficio, no sabremos cómo apreciarlo. Dos, quien pinta debe ser profundamente respetuoso del oficio, empezando por conocer sus secretos, su historia, sus materiales, sus límites, hasta saber para qué recurre o emplea ese oficio, de qué le sirve. Si no sabemos de esa sabiduría o sabiduría en ciernes necesaria para cumplir con el oficio, no estaremos en total disposición de apreciar una pintura. Finalmente, ese hacer del oficio, el conocimiento de sus materiales y demás implementos, su adecuado uso, han de desembocar en que el color y la línea sean capaces de comunicar, de expresar, no solo lo que ve el pintor, sino también sus ideas y sentimientos, al grado de que cualquier otro tenga la posibilidad de experimentar lo mismo.
En lo personal tenía mucho tiempo de no ver tan buena exposición de pintura como la de María Sada, inaugurada el pasado jueves 18 de junio, Memoria de la tierra, en la sala principal de la Nave I del Centro de las Artes. Mejor dicho, claro que uno siempre está expuesto a ver buena pintura, pero difícilmente no toda una exposición como sería este el caso.
Es tan evidente la capacidad de María para pintar que el público, en lugar de apreciar todo el proceso, termina por asimilar la parte más exterior de su pintura, esto es su visibilidad, la imagen visible que está ahí representada. Tomemos por ejemplo a Memoria(óleo s/tela, 2015), ¿qué vemos en ella?, el tronco de un árbol al frente y luego un espeso y denso follaje formado por plantas de diversas especies. La vegetación está dispuesta de tal manera que parece que nuestra vista se pierde hacia el interior de la selva. Una identificación tan sencilla y expedita, lleva a muchos a confundir lo que ven, no con la realidad, sino con la fotografía. Me explico. La fotografía se ha convertido en el medio que nos permite conocer el mundo, es la intermediaria entre lo que vemos y lo que nos rodea. Selvas como las que pinta María Sada no pertenecen a nuestra experiencia cotidiana, en cambio la fotografía sí, razón por la que pinturas como estas las referimos más a la fotografía que a la propia realidad.
Sin embargo, nada más lejos de la pintura. Ni es fotografía ni es la imagen original de la selva. La honradez con que trabaja Sada es tal que incluso llama a su pintura Memoria, y es que es de memoria como la pinta. Y esta es, quizás, la condición más importante para que veamos lo que vemos en esta muestra. María, antes que cualquier otra cosa, tiene una inclinación, una actitud, una postura frente a la naturaleza, hacia la flora y la fauna en su momento actual, y es esa combinación de sentimientos, ideas, e información, la que la lleva a pintar lo que pinta. Del viaje y la vivencia en la selva, en el bosque, van quedando, dibujos, bocetos, fotografías, que después se transformarán, gracias al oficio y la postura frente a su tema, en estas magníficas pinturas, más parecidas a la memoria que guarda de estos lugares que a la fugaz impresión visual que tuvo de ellos.
2019 - II de II
La semana pasada cerré estas líneas diciendo que las pinturas de María Sada expuestas en el Centro de las Artes, Memoria de la tierra, se parecen mucho más a los recuerdos que guarda de los paisajes que visita, que a la impresión visual que pudo haber tenido de ellos. Es en este sentido que la fotografía suele emplearse como alegoría de la memoria en dos sentidos. En primer lugar, porque la imagen a la que tenemos acceso es sólo una parte de un todo mucho mayor que no conocemos; fotografía y memoria solo nos muestran un fragmento de la realidad. Segundo, ¿la imagen que conocemos es o no semejante a la real, a la primordial? Jamás lo sabremos toda vez que esa mirada primera que se poso sobre la realidad ya no existe como tampoco esa realidad; así que lo que vemos tanto en una fotografía como por medio del recuerdo, es siempre, como diría Barthes, un así fue que de no ser por estos recursos jamás tendríamos consciencia de ella.
Todos estos mecanismos se ponen en acción al momento que entramos en contacto con la mayor parte de las pinturas de María, de ahí la impresión de intenso realismo que nos provocan (inconscientemente fundimos en ellas imágenes fotográficas ya vistas, así como, si los hay, recuerdos personales de espacios semejantes. De no ser así sería prácticamente imposible reconocer cualquier representación, desde un paisaje hasta un retrato).
Exposiciones como la que venimos comentando que están armadas a partir de trabajos realizados en distintos momentos y técnicas, nos permiten conocer una variedad aspectos físicos del quehacer del productor, así como su evolución conceptual y temática. De tal forma que hay otra María, quizás no tan mimética como la de las selvas y bosques, pero no por ello menos interesante. Me refiero fundamentalmente a otro grupo de obras que sin ser ajenas a los paisajes contienen otros elementos que las hacen ser, digamos, distintas.
Pongo, por ejemplo, pinturas como Autorretratode 1986, o Marzo 2003, de ese año. Las cito en primera instancia ya que, por su tema, pareciera que nada tienen que ver con los otros paisajes (aunque Marzo, es en sí un paisaje, en este caso urbano, de ahí su diferencia), por lo que también su tratamiento es distinto. Ya dije que no tienen el mismo tipo de mimetismo de las selvas y, sin embargo, desde mi punto de vista, son dos de las más hermosas de la exposición por su poder evocador y la tensión que contienen al ser representaciones del momento previo a que todo cambie.
Otro grupo de pinturas que quisiera citar son Pantano de 1993, Finisterre del año siguiente, Popocatepetl del 2003 y Argano del mismo año. Estas como algunas más de la misma exposición poseen, además de un mimetismo digamos más onírico –de primera impresión—que de análisis visual, un elaborado marco, que generalmente llevan figuras geométricas, rombos, cuadrados, pintados al óleo, lo que les da un aspecto Decó. No puedo detenerme más en la cuestión de los marcos, dejo tan solo el apunte que en estas pinturas puede estar funcionando como el set o escenario que se abre para dar paso al personaje principal que es la pintura.
Finalmente, tendríamos las piezas intituladas Selva de viaje I, del 2001, Construcción 4. Cosmos: Diálogo con Marcel Duchamp, 2008, y la serie de piezas tridimensionales intituladas De la serie: El bosque y el árbol caído(diferentes números) entre el 2017 y el presente año. Son, en los dos primeros casos, como pequeñas joyas para llevarse de viaje y sólo volver a verlas en la intimidad de la noche (la del diálogo con Duchamp, en realidad, pertenece a otro proyecto igualmente interesante en el que la pintora dialoga con otros artistas). La serie, creo inconclusa aún, del árbol caído, es una especie de síntesis o resumen de la postura de María frente al ecocidio que estamos perpetrando; de alguna manera pintar fragmentos del bosque sobre la madrea de árboles caídos, es traerlos de nuevo a la vida, y un ejemplo de respeto y humildad ante la naturaleza, tomo sólo lo que ella me da.
Xavier Moyssén, Publicado por Milenio Diario
Exposición Diálogos 2008
María Sada es una artista cuyo intelecto trasciende el tiempo. Para nuestra buena fortuna, nos ha invitado a participar en una discusión notable con los titanes de la modernidad. Como se manifiesta en estas pinturas y objetos, su capacidad incluye una habilidad innata para ensamblar y orquestar un reparto de jugadores cuyo espíritu permanece siempre presente en el discurso del arte contemporáneo.
Sada, como sus colegas, posee la fuerza para rebasar los límites de una perspectiva lineal, de un solo punto, en favor de una visión esférica que expande la experiencia del espacio-tiempo. Con confianza, Sada combina imágenes abstractas y figurativas: en cada trabajo mezcla y forma capas de temas visuales familiares que despiertan nuestra memoria e imaginación. El resultado de su trabajo nos provee de una vista profunda a través de ventanas reflejantes que, como espejos, nos proporcionan una imagen expandida de la humanidad en el orbe de la naturaleza. Ésta es una artista que enfoca y magnifica diversas perspectivas de los horizontes y retos que esperan a la sociedad en el futuro.
El diálogo de María Sada es agudo, lógico, analítico, constructivo, tiene espíritu de investigación y está balanceado con brillantez por la musa que pregunta: ¿porqué y qué más existe? Ella ha creado un nuevo capítulo en la exploración de los temas e intereses que siempre han capturado la imaginación de los artistas. En esta serie de trabajo involucra figuras celebradas que han sondeado, utilizado y redefinido las imágenes de culturas antiguas y contemporáneas para explorar y hacer un mapa de los orígenes, interacciones y potencial de la experiencia humana.
Sin importar los materiales, el trabajo de Sada revela un don para balancear su valentía y romanticismo intelectual con una maestría de los métodos necesarios para guiar al ojo y la mente del espectador a través de las dimensiones fluidas del espacio-tiempo. Con naturalidad, mezcla y combina lo sagrado con lo secular, revela la estructura y el flujo en lo abstracto para redefinir y trascender estereotipos de individuos, regiones y fronteras. Los trabajos de María Sada son resultado de investigaciones personales en las que explora las relaciones externas e internas del conocimiento humano; un homenaje en reconocimiento de que somos parte de algo más vasto.
Stephen Vollmer, 2008
Curador independiente
La nervadura y la sombra
La poesía visual del paisaje mexicano
Entre la filigrana de la naturaleza tropical y la austeridad tenaz de las plantas del desierto se teje el paisaje de México. Es un entorno que nos reta, muchas veces nos define, siempre nos asombra. Somos y no somos ese ámbito que los artistas de México una y otra vez hacen objeto de sus obras, tratando siempre de apresar en lo que miran algo más allá de la materialidad que sus ojos tocan. Porque la naturaleza vista con pasión siempre es imagen simbólica del alma. De la naturaleza tal cual a la naturaleza del ser de los humanos sólo hay un pequeño salto mental al que los artistas dan forma. Sobre ese pasaje entre el paisaje exterior y el interior se expresa continuamente el arte.
María Sada pertenece a esa generación reciente de creadores mexicanos que están buscando de nuevo con la mirada y creando en sus obras las imágenes del México de ahora.
María Sada ha visto como nadie estos paisajes porque ha introducido un espíritu contemplativo en muy diversas formas de naturaleza agreste. Hay una mirada tranquila que penetra los paisajes, que hace con ellos composiciones de planos muy lejanos y a la vez muy cercanos. Su trazo sabe combinar inusualmente el detalle fino y la impresión masiva, la nervadura y la sombra. Ella confirma aquella reiterada opinión de los viajeros europeos de otros siglos que encontraban en el paisaje de México sorpresiva poesía.
Alberto Ruy Sánchez
María Sada: Imágenes Traspuestas
Desde sus inicios -hace ya más de 150 años- el proclive carácter experimental de la fotografía inquietó profundamente a los pintores. Aún mucho antes de su invento, los artistas del cuatrocentto se fascinaron con las proyecciones espaciales logradas mediante el empleo de la cámara oscura; no es de extrañar que en pleno humanismo tanto Durero como Alberti o Da Vinci, lo hayan utilizado como medio para explorar la inalcanzable naturaleza que rodeaba el inconforme raciocinio humano. Lo mismo habrá que decir de los vedutistas italianos como Guardi y Canaletto, cuyas amplias y límpidas lontananzas del paisaje veneciano, se lograban gracias al auxilio de complicados mecanismos ópticos. Para el siglo XIX, las interrelaciones entre pintura y fotografía llegaron a convertirse en asunto central de discusión para la estética de la modernidad; mismas que llevaron a Baudelaire a externar su opinión para la Revue Francaise en 1859 -con palabras más, palabras menos- sobre que la fotografía sirviera a la ciencia y al arte con humildad, de la misma forma que la tipografía lo había hecho a las letras; y como es bien sabido, nunca ha creado literatura por sí misma. No obstante, a vuelta de siglo, la fotografía habría de alcanzar una plena autonomía con la conquista de sus medios expresivos: diríase que Baudelaire se equivocó. No tardó mucho la pintura contemporánea en valorar los logros de su media hermana.
Visto con perspectiva histórica -con debidas distancias y acercamientos- de siempre ha existido una franca filiación visual del arte pictórico con la lente fotográfica; y así ocurre en esta ocasión con la producción reciente de María Sada, cuyas búsquedas formales y estéticas diríase que también son extrapictóricas en el sentido más propositivo del término. Pues advierto que en su obra realizada entre 1995 y septiembre del actual, tres momentos temáticos que conllevan una autoexploración de las capacidades plásticas que había venido manejando con notable destreza visual. Sada nos tenía acostumbrados a composiciones de superficie muy pulida en sus detalles, como flores y frutos, e incursionaba, hacia 1990, en el tratamiento del paisaje y la figura. Actualmente presenta una serie de pinturas al óleo donde se evidencia un reordenamiento de los asuntos pictóricos; dicho de otro modo, hay continuidad, pero se vislumbran también cambios, muy necesarios en la trayectoria de cualquier artista.
En la pieza intitulada Olas (1995) María ha recurrido a la secuencia de una ola que, a la manera de díptico, se rompe en dos instantes frente al espectador. Como si se tratara de un cuadro dentro del cuadro, la doble imagen subraya tanto la percepción del movimiento contenido, como la fracción segundaria a la manera de lente fotográfica. La solución compositiva resulta inquietante, en tanto efímera y a la vez dinámica. El efecto visual lo he visto antes en las fotografías de cascadas de Tadasu Yamamoto.
El primer aliento de libertad que respiran sus escenas de mar, oleajes y arrecifes - de luz más brillante y por ende de contrastes más marcados- lo continúa María Sada con una segunda visión del paisaje; uno cargado de atmósferas exóticas en manglares, selvas e islas que se perfilan frente al albor matutino con el que crea efectos
lumínicos de gran intensidad, y que le permiten extasiarse en los detalles de la composición; minucias a las que puede ser tan propensa y que alcanza con verdadera maestría de representación; hojas perfectas de siempreviva y madreselva, invitantes al juicio y al ojo del exigente observador. Alás, aparece un tercer núcleo de obras donde María Sada atina a manipular con mayor osadía el registro visual de a composición.
El proceso empieza con una silueta femenina que se recorta sobrepuesta a la quieta vegetación tropical, lo que provoca un cambio de tonalidades cromáticas y sugiere un estado anímico particular. Más el efecto se resalta en otros óleos donde se incluyen enmarcamientos geométricos sobre el paisaje, que le permiten a María Sada jugar arbitrariamente con amplias vistas al tiempo que atiende los pequeños detalles. Con ello altera ostensiblemente la mirada directa con la que había venido trabajando y emplea visiones yuxtapuestas de contrastada dualidad, creando una nueva óptica de recepción, lo mismo cerca que lejana, amplia que contrita, abierta que cerrada. A mi parecer, le abre a Sada un infinito caudal de experimentación que celebro ampliamente para su pintura, No muy atrás sigue habiendo una recurrencia fotográfica en el asunto, me recuerda las modernas cámaras que hoy día permiten con el telefoto alterar el campo de acción radial del ojo al introducir registros en paralelo a la imagen principal y aún decidir los formatos de impresión previamente al revelado.
La experimentación pictórica con base a recursos fotográficos es objeto de interés para muchos pintores; y a la inversa, la seducción que ejerce la pintura sobre la fotografía está implícita en los trabajos de varios fotógrafos. Vbr, el pintor alemán Gert Rappenecker, quien trabaja a partir de paisajes fotográficos que proyecta mediante fotocopias sobre a tela, a la cual termina aplicando pigmentos pictóricos, sin soslayar ni evadir la imagen previa que considera igusalmente importante que la pintura, Francesco Clemente es otro artista que ha probado la simbiosis con la fotografía. Pero muy particularmente asociada con los experimentos visuales de María Sada, encuentro los trabajos de la japonesa Miran Fakuda (Tokio 1963) , cuyos trabajos estuvieron expuestos recientemente en el Museo Rufino Tamayo en ocasión de la muestra " Photography an beyond in Japan". Como Sada, Fakuda introduce en sus grandes lienzos el enfoque de la cámara, al colocar sobre la imagen central el recuadro fotográfico que aparece en la mirilla de la lente, para que el fotógrafo centre la composición. Una y otra, yuxtaponen y privilegian una imagen sobre otra, y en el caso de María Sada va acompañada de un definitorio tinte cromático que recalca detalles y texturas, como en la pieza Crotos (1996).
Los vínculos, en todo caso, ayudan al espectador a comprender que las inquietudes de María Sada no son solitarias, que en varias partes del orbe es asunto central de la pintura contemporánea: la imagen traspuesta por las tecnologías.
Luis Martín Lozano
1999
Maria Sada. La Femme Verdante
Maria Sada exemplifies the artistic energy of a new generation of Mexican painters who have emerged during the las decade. She and her counterparts challenged the stereotypes and proclaimed their independence from the imaginery that for seventy years dominated post-revolutionary Mexico. During this period of renaissance, Sada has extended the scope and definition of the Mexican landscape by laying claim to new territories rarely seen in the past.
Earlier Mexican artists used the landscape to evoke a sense of nationalistic ideals. In the late nineteenth century Jose Maria Velasco painted the crisp, sweeping vistas of the Valley of Mexico, while decades later Dr. Atl depicted views of the Paricutin erupting in a symbolic post-Revolution verve. In contrast, Maria Sada explores Mexico's verdant tropical environs --its rain forest, estuaries and coastlines--revealing an alternative view.
Sada's venture into this land is unlike that which most outsiders would recognize, yet one senses a remote familiarity as we are guided through Mexican coastal lowlands. She has probed undisturbed pockets of jungles whose green riches are associated with Mother Earth. In these remote and and inaccesible regions of tierra incognita one is subject to violent storms, disquieting stillness, and extremes in heat and humidity that evoke dreams.
Penetrating deep into jungles, the dense, grey-green umbrella of foliage closes in from all directions making it difficult to distinguish where form and shadow merge or separate. Without distinct shadows marking the sun's path, time dissolves as though in a dream or state of semi-consciousness. It is in this realm where deep has been disturbed that Sada guides us through unmarked paths and rivers.
"La Femme Verdante" is the land whose cycles of growth and rebirth remain more closely tied to the phases of the moon and to seasonal hurricanes than to the will of man. It is within this environment that Sada takes us captive and casts us into the eternal madrugada, those moments before sunrise where form dominates color.
It is an atmosphere much like that wich we favor in old and faded photographs. Sada enhances this experience of the senses by introducing color along the sharp edges of leaves or among the flora. It is as if we hear the muffled squawk of parrots, chirping tree frogs, or the buzz of insects and hummingbirds seduced by the scents of vanilla and other exotic blooms.
Sada explores atmospheric glare produced by heavy humidity that permeates everything and provides the nourishment that all life requires. In silhouette, Sada reveals the majesty of stone formations standing as giant calcified protectors separating shallow bays from the open sea.
Sada's sense of pattern and rhythm balance both baroque and classical elements that are apparent in her work. She at times acknowledges these influences, as in her work "Poema" (Homage to Saturnino Herrán), dedicated to the master who anticipated the direction that Mexican art would take in the 20th century. Most of Sada's paintings, however, only rarely display a direct human presence though abstractly it is ever present.
Sada's landscapes are highly evolved statements, with each painting's frame concieved from the beginning as part of the composition. The woods of the frames are taken from the rain forest Sada depicts but each is reshaped and crafted to form borders decorated with geometric patterns. We are subtly reminded of ever encroaching civilizations.
Maria Sada adds a new dimension to the realm of the Mexican landscape. It is with great sensitivity that she remind the viewer of the delicate balance that exists in all relationships. She warn us that the desire to dominate and tame this verdant land will destroy it and all that it supports.
Stephen Vollmer
1995
María Sada: Secretos
Maria Sada is of the new generation of Mexican artists who have emerged beyond the shadows of calcified images and issues that have dominated academic discussions that have, for too long stifled the development and acceptance of what it is to be a Mexicana and Latina artist.
Her work challenges those scholars, curators, writers, and pundits who would prefer to rely upon those tired illustrations of Social Realism(1920-1945[1955]), and the worn and tattered stereotypes of the "Magical Realism" born out of the Seventies. And, to those who demand that the artist project a socio-anthropological message to project a politicized vision and agenda, do not look to Sada; for her work is far more popular and sophisticated than the evangelical rhetoric found commonly in print.
Maria Sada and her Mexican peers, have established a new direction, leaving many would be critics of art and society, in a trail of dust that is settling in the past. This new generation and wave of artist advanced the frontiers of the dialogue years ago, despite the staid academic colonialism that amazingly continues to promote old miopias of popular political venacular of the "Left versus the Right".
Sada, has engaged in new and current dialogues of concern that reflect the contemporary world within the new Mexican perspective. Her perspective is that of an artist who has mastered her medium, as an artist who offers a fresh perspective of not only what it is to be an artist in Mexico, but one who presents a distinct view of issues confronting the citizens in this nation and the world. She exemplifies the energy of the movement found amongst Mexican painters and women who have developed a new independence during the past decade.
Earlier, the much celebrated artists of the last century (mostly male), employed scenes of the Mexican Alti-Plano, painting sweeping landscapes filled with erupting volcanos to evoke images of zealous nationalism and post-revolutionary verve. In contrast, Maria Sada; the artist and the woman, now delivers a much more subtle message of a contemporary reality, equally as strong, and disquietingly more profound.
She probes undisturbed pockets of cloud forests, jungles, coastal lowlands, estuaries and coastlines to reveal an alternative view of the tropics and the tierra incognita that was comfortably ignored by the earlier generations.
When encountering the work of Sada, the outsider may not be prepared to appreciate her message. It is free of the exuberant machismo that is all too often associated with the stereotypical "bravado" or "bright colors" that cultural tourism promotes and conditions the naive to expect.
Sada's explorations are more than visual exercises. Each work is an inquiry, an intellectual venture into the challenges that lay before society and the perspectives of its role as one with nature. She questions and challenges the medieval view of the "desert", in which untamed nature is a wasteland existing beyond the urban core of "civilization".
Whereas most of Sada's works rarely display a direct human presence, it is ever present. For her, the statement is not confined to the canvas, but flows into and through the frame of each work. She has developed a highly evolved language, in which the landscape includes its frame, which, is unique and specific to its painting, an integral part of the composition. It is not a window to an alternative view.
The wood employed in the frame of each painting, is hand hewn from the rain forests she has walked and depicts. It is reshaped and crafted, often decorated with geometric patterns that are reminiscent of colonial marquetry, forming the symbolic perimeters of the shrinking forest and the encroachment of civilization. The metamorphosis and process of the wood's transformation into frame, is inseparable from the plane of the canvas.
Maria Sada has and continues to add new dimension to the definition of the Mexican Landscape. She has succeeded in producing a language that is of profound depth and texture, and appropriate to a contemporary dialogue that realizes that nature is a portrait of the human character, its ability to grow, and to reason... to nurture, and to wantenly ... destroy.
Over the period of the last fourteen years during which time I have followed the progress of Ms. Sada's development, it has become clear that she posesses a unique talent. She has proven herself to be flexible while maintaining the focus and discipline that is required of those who are brave enough in their desire to explore uncharted areas.
Maria Sada's paintings are far from idyllic images of the romantic landscape, they are metaphores of humanity in search of balance, of a world in which limited and non-renewable resources may be all too often, taken for granted. Ms. Sada continually displays an insight to global issues. Remarkably, she has found the appropriate medium to expand the dialogue, expressing the contemporary concerns of many people at this juncture in time.
This is an artist who has dedicated herself to a specific focus, and for reason, has been invited to exhibit in numerous national and international exhibitions of note. It is the content of her work that has brought both critical and popular attention to an aesthetic that speaks of her and the critÌc of our times.
The University of the Americas, Puebla is fortunate to have the opportunity to exhibit this body of work in the Casa del Caballero Aguila, for Sada's exploration forms a perfect fusion within the theme of renovation as represented in the House.
And, what we experience in this exhibition is not only an ongoing exploration of the artist, but a portrait of humanity and its origins ... our origins and our common future.
Stephen Vollmer
Tucson, Arizona
1. 2004
New outlooks, young mexican artists, Europalia '93
By choosing art as a profession, a woman does not automatically identify herself with this century's emancipatory politics, nor does she accept the feminist construction of the world as a field divided by gender, roles and power. Perhaps Maria Sada's painting represent both the harmony brought to the world by her gender and also the feminine gift of contemplation which uncovers new types of beauty. Maria Sada's concept of pictorial beauty is no longer the tradicional one; she revises landscape painting, but she chooses the model of tropical surroundings over idyllic mountain forest o picturesque villages scenes. Maria Sada explores the exoticism which fascinates those familiar or unfamiliar with the tropics, but she no longer dwells on the exuberance of local flora, or on the heat and humidity which make everything bear fruit and reproduce. Maria's exoticism stems from her conceptual framework, from her elevation of the pictorial model itself, and from her innovative pictorial solution which invest her landscape with more contemporary connotations.
Nature extends into the frames of Maria Sada's painting as a sign of her re-contextualization of a tradicional decorative genre which she transform into a consumers object. Her work demeans the original generic images and ideas by combining them with the cultural perversions which have conventionalized the landscape genre. Her frames mimic industrial woodwork imitations and thus subvert the sense of landscape to create a subtle and beautiful self-parody. Love of the genre becomes a satire of culture.
Maria Sada has pillaged and denatured tropical landscapes, whose brilliant colors, exuberant vegetation, and, crowded, mysterious compositions are treated monochromatically, shading them with grays, and, as usual, suffusing them with methapors.
Luis Carlos Emerich